Centenario de Marlon Brando

David Santiago Tovilla

Hace cien años, el 3 de abril de 1924 nació Marlon Brando. Falleció en 2004 pero vivirá para siempre en el personaje de Vito Corleone, de El Padrino, que asegura fue pensado para él por el propio Mario Puzo, autor de la novela.

Marlon Brando participó en tres filmes clásicos y de culto: Un tranvía llamado deseo, de Elia Kazan, El padrino de Francis Ford Coppola y Último tango en París, de Bernardo Bertolucci.

Existen dos materiales útiles para acercarse a aspectos de la persona: el documental Escúchame, Marlon; y, un libro: Las canciones que mi madre me enseñó (Brando. Songs My Mother Taught Me).

Durante una parte de su vida, el actor realizó grabaciones en solitario, en el estudio de su casa. Dicho material fue depurado para obtener casi dos horas de audio que constituyen la base del documental que fue estrenado por Netflix, en 2017 pero ya no está en el catálogo actual.

Testimonios diversos están ahí, pero los más sobresalientes son en torno a su actuación: «Todo lo que haces, hazlo lo más real posible. Hazlo vivo, tangible. Encuentra la verdad de ese momento. (…) Si tengo que hacer una escena y tengo que estar enfadado, debe haber en ti mecanismos detonantes que lo accionen, que estén llenos de desprecio por algo. Yo pienso en mi padre pegándole a mi madre. Tenía 14 años».

Su deseo de procurar una diferencia en su desempeño profesional: «En los años 30 y 40 había una forma de actuar. Sabías a quién ibas a tener cuando ibas al cine. Gary Cooper avena; Humphrey Bogart, salvado de trigo; Clark Gable, copos de maíz. Eran como cereales de desayuno. El mismo en cada papel. Gestos de angustia y desesperación y ese tipo de interpretación se hizo absurdo. Lo sorprendente es que la gente no se da cuenta. Todas las películas actuales, toda la interpretación procede de Stella Adler».

Las enseñanzas de Adler encaminadas a generar actuaciones auténticas y significativas se reflejan en su convencimiento: «Nunca permitas que el público sepa por dónde vas a salir. Cógelos en tu tiempo. Y cuando llega ese momento y todo está bien, entonces lo dejas volar. Dales, derríbalos. Con una actitud, una palabra, una mirada. Sé sorprendente. Averigua una forma de hacerlo que nunca se haya hecho antes».

O bien: «Shakespeare dirige a todos los artistas. Que la acción corresponda a la palabra, y la palabra a la acción. Presentar un espejo a la humanidad, mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su verdadera imagen, y a cada edad y generación su fisonomía y sello. Todo lo que hacemos debe reflejar la atmósfera de nuestras vidas».

Vale la pena conocer ese documental. Puede verse en este enlace.

Por otra parte, el volumen Las canciones que mi madre me enseñó (Brando. Songs My Mother Taught Me) fue publicado en 1994. Es una autobiografía redactada por Robert Lindsey.

El material bibliográfico se ocupa de todas sus facetas: profesional y personal. Interesan sus opiniones sobre las participaciones más destacadas en la historia del cine.

Marlon interpretó a un macho irredento en Un tranvía llamado deseo, un gánster humanizado en El padrino y a un viudo extravagante en Último tango en París.

Sobre la primera de ellas, comenta: «Algunos escritores han sugerido que al interpretar al insensible y brutal Stanley Kowalski, en realidad me interpretaba a mí mismo; en otras palabras, la actuación tuvo éxito porque yo era Stanley Kowalski.

»Me he topado con algunos Stanley Kowalski en mi vida: animales musculosos, inarticulados y agresivos que van por la vida respondiendo únicamente a sus impulsos y sin dudar nunca de sí mismos. Hombres musculosos en cuerpo y forma de hablar que actúan sólo por instinto, con poca conciencia de sí mismos. Pero ellos no eran yo. Yo era la antítesis de Stanley Kowalski.

»Yo era sensible por naturaleza y él era tosco, un hombre con infalibles instintos animales e intuición. Más adelante en mi carrera como actor, investigué mucho antes de interpretar un papel, peo no hice nada sobre él. Era un compendio de imaginación, basado en los trazos de la obra. Lo cree a partir de las palabras del autor del libro: Tennessee Williams».

Brando encarnó al personaje primero para el teatro y después en el cine. Un tranvía llamado deseo, está disponible, en español, en este enlace.

De su papel en El Padrino, aparte de narrar cómo ocurrió su contratación, Marlon Brando comenta en el libro: «El director Francis Ford Coppola dejó las caracterizaciones en nuestras manos y tuvimos que decidir qué hacer. Tiré mucho de lo que había en el guion y creé el papel como pensé que debería ser. Cuando haces esto, nunca sabes si va a funcionar; a veces sí, a veces no.

»Después de leer el libro, decidí que el papel de Don Corleone se prestaba perfectamente para restarle importancia. En lugar de retratarlo como un pez gordo, pensé que sería más efectivo interpretarlo como un hombre modesto y tranquilo, como aparecía en el libro. Lo vi como un hombre de sustancia, tradición, dignidad, refinamiento, un hombre de instinto infalible que casualmente vivía en un mundo violento y que tenía que protegerse a sí mismo y a su familia en este entorno».

Otra película fue Último tango en París que a la distancia ha sido devorada por la discusión sobre una escena en que, para ilustrar una penetración anal, de manera indebida se obtuvo su verosimilitud al aplicar mantequilla a la chica. Una situación que no estaba registrada en el guion. El hecho generó una discusión que acompañó a los tres participantes hasta la muerte de cada uno: el director Bernardo Bertolucci, la actriz Maria Schneider y el actor Marlon Brando. Los hombres fallecieron con el estigma de este mancillamiento.

Algo innecesario porque la película es poderosa, única, inolvidable. El apunte sobre ella puede leerse en este blog. Lo que se desprende de todo es que Bertolucci, en una corriente de dirección que provoca, exaspera o enciende las pasiones extremas en sus actores, buscó un trasvase de Marlon Brando en el filme. También este objetivo derivó en el distanciamiento por 15 años entre las dos personas.

En el libro Las canciones que mi madre me enseñó (Brando. Songs My Mother Taught Me), Brando dice: «Hasta el día de hoy no puedo decir de qué se trataba El último tango en París. Mientras lo hacíamos, no creo que Bernardo tampoco lo supiera, aunque después de que se publicó, se le citó diciendo que estaba destinado a explorar si dos personas podían tener una relación anónima y luego mantenerla después de que se violara su anonimato y fuera afectado por el mundo exterior. Pero no dijo esto cuando estábamos haciendo la película. Se trataba de muchas cosas, supongo, y tal vez algún día sepa cuáles son.

»El último tango en París requirió mucha lucha emocional conmigo mismo, y cuando terminé, decidí que nunca más volvería a hacerlo: destruirme emocionalmente para hacer una película. Sentí que había vulnerado mi ser más íntimo y no quería sufrir más así. A partir de entonces decidí ganarme la vida de una manera que fuera menos devastadora».

»Normalmente los actores tienen que amoldarse a la historia del escritor y asumir las características que él crea, pero en El último tango en París Bertolucci adaptó la historia a sus actores. Quería que interpretara a mí mismo, que improvisara por completo y retratara a Paul como si fuera un personaje autobiográfico mío. Me dejó agotado. tal vez en parte porque había hecho lo que Bernardo me pedía».

Por encima de todo, perduran las grandes actuaciones de Marlon Brando. Su centenario es ocasión para volver a sus películas o descubrir su participación en filmes no tan difundidos, aquellos que el actor consideró en otra categoría: «Todo en Hollywood se mide en términos de dinero. Si hubiera estado en una película estúpida y hubiera ganado millones de dólares, me habrían felicitado por mi éxito en todas partes. En Hollywood te felicitan por tu capacidad de transferir dinero de los bolsillos de la audiencia a los de ellos porque esa es su única medida de éxito. Cualquier imagen que genere dinero, por estúpida, vulgar, infantil que sea se acoge como un triunfo».

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